Foto extraída de aquí: http://chupetesybiberones.es/ |
LA IMPORTANCIA DEL
GATEO:
Los bebés comienzan a gatear sobre los 8 meses, unos antes y otros después, llegando a haber niños que no llegan a hacerlo debido a diferentes causas:
- Se saltan ese paso y se ponen directamente en pié.
- Padres que utilizan el taca-taca porque tienen prisa porque caminen antes.
- No tener espacio para moverse o falta de movilidad (niños que han estado en cunas o sillitas durante ese período de tiempo).
Cuando el niño gatea, está conectando los hemisferios cerebrales, creando rutas de
información cruciales para la maduración de las diferentes funciones
cognitivas.
Desarrolla el patrón cruzado, que es la función neurológica
que hace posible el desplazamiento corporal en un equilibrio del cuerpo humano.
Ese movimiento comprende el del eje de las caderas y el de los hombros. Al
gatear se tonifican adecuadamente los músculos que más adelante permitirán que
el niño mantenga la columna perfectamente recta cuando esté maduro para poder
ponerse en pie.
Desarrolla el sistema vestibular y el sistema propioceptivo.
Ambos sistemas permiten saber dónde están las partes del cuerpo de uno.
Permite el enfoque de los ojos. Al mirar al suelo para
colocar la mano o la rodilla convenientemente, el niño enfoca los dos ojos en
un mismo punto a corta distancia. Éste es un estupendo ejercicio muscular para
los ojos y es tal su importancia que, según estudios de optómetras, el 98% de
los niños con estrabismo no gatearon lo suficiente de pequeños.
El niño siente la tactilidad de la palma que está viendo.
Esto tiene una serie de ventajas de manualidad fina que luego influirán en la
escritura. Además, al masajear la palma de la mano, ésta envía información al
cerebro de dónde está y de las diferentes sensaciones y texturas que siente.
También, al gatear el niño apoya su peso en las palmas de las manos y soporta
esa tensión en las articulaciones de las muñecas, de los hombros, de la columna
vertebral, de los fémures y de las caderas. Así percibe la oposición de la
gravedad y aprende a manejarse con ella.
Le ayuda a medir el mundo que le rodea y el niño se adapta al
medio. La distancia que hay entre los ojos y la palma de la mano al gatear es
una medida fundamental, LA BRAZA, en todas las civilizaciones. Con esa nueva
medida corporal, el niño mide el mundo circundante, y por eso cuando de mayor
volvemos a un lugar de la infancia lo percibimos más pequeño de lo que era,
porque entonces la propia medida de la braza era menor.
Ayuda a establecer la futura lateralización del cerebro
(cuando uno de los hemisferios se convierte en dominante y el otro en servidor
para no tener que operar ambos a la vez).
Ayuda a poder escribir en el futuro. Mediante el gateo se va
desarrollando la coordinación cerebral ojo-mano. Cuando el niño gatea se
establece entre ambos una distancia similar a la que más adelante habrá entre
ojo y mano a la hora de leer y escribir.
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